Con respecto al primero de los factores comentados, el conjunto de cambios ambientales y biológicos que tuvieron lugar en el extremo noroccidental Ibérico desde el paleozoico, particularmente durante los últimos 2 millones de años (período Pleistoceno) y, muy especialmente, con posterioridad al último ciclo glaciar o glaciación Würmiense (80.000-10.000 años antes del presente, BP), ha producido un efecto selectivo sobre los grupos de especies vegetales (líquenes, musgos, helechos, plantas vasculares) que han conseguido estar presentes hoy en día en este territorio.
Según los datos que se poseen, en la fase más fría de este último período glaciar (40.000-20.000 años BP), la mayor parte de los territorios interiores y montañas de Galicia estaban sometidos a un clima riguroso que impedía el crecimiento de bosques, quedando estos relegados al abrigo de los valles, por debajo de los 400-500 m en las zonas costeras y de los 700-800 en las áreas interiores. En estos momentos, los bosques presentaban un aspecto diferente al de nuestro días, pues las especies más representadas eran los pinos de montaña (Pinus sylvestris/uncinata), los abedules y las hayas, estando también presentes especies actualmente inexistentes en este territorio, como piceas y abetos, entre otras.
La mejoría climática que se experimentó desde el final de la glaciación Würmiense hasta mediados del Holoceno medio (6.000-4.000 años BP) favoreció la expansión de los bosques dominados por especies de hoja caduca, principalmente robles y avellanos, por la mayor parte del NW Ibérico. A este proceso colonizador escaparon diversos ambientes ecológicos en los que se daban condiciones limitantes para el crecimiento del arbolado, como los sistemas dunares, cantiles litorales y marismas, los afloramientos rocosos extensos, los humedales con láminas de agua permanentes profundas y las cumbres más elevadas de las montañas de las Sierras Septentrionales (Xistral), Ancares, Trevinca y Manzaneda.
Como consecuencia del predominio de substratos litológicos silíceos, las especies que se distribuyeron más ampliamente en Galicia fueron aquellas capaces de crecer sobre suelos pobres en nutrientes (especies silicícolas o acidófilas), mientras que las más exigentes quedarían relegadas a los escasos afloramientos de rocas carbonatadas (especies calcícolas) existentes en el sector más oriental de Galicia y las áreas de roquedo básico-ultrabásico de los complejos ofiolíticos de Galicia (Capelada, Sobrado-Melide, Monte Castelo, Santiago-Lalín-Forcarei) o, de manera más local, en otros enclaves en los que la acumulación de nutrientes procedentes del entorno permitiera su crecimiento, como vegas, vaguadas y fondos de valle.
Sobre este contingente de especies vegetales, Homo sapiens empezó a incidir abriendo claros en la cubierta vegetal para favorecer el pastoreo y el crecimiento de especies cultivadas (cereales) hace más de 7.000 años, primeramente de manera limitada y, a partir de 4.000 años BP, de modo generalizado en las áreas bajas y el piedemonte de las sierras interiores. El proceso de eliminación de los bosques debió de alcanzar su momento álgido en torno a la época de dominación romana (100 a.C - 300 d.C) y, aunque posteriormente sufrió pequeños altibajos, se mantuvo en niveles parecidos hasta finales del siglo XVIII, época en la que se fomentaron desde diversos estamentos algunos procesos reforestadores con especies exóticas, como pinos (P. pinaster, P. radiata) y eucaliptos (Eucalyptus globulus).
Todos estos cambios experimentados a lo largo de la segunda mitad del Holoceno han afectado a la distribución de muchas de las especies vegetales nativas del NW Ibérico, mediante cuatro procesos básicos:
A pesar de todo este amplio conjunto de procesos negativos, todavía es posible reconocer en el territorio gallego actualmente un elevado número de tipos de comunidades arboladas nativas, en las que la influencia de especies introducidas es nula o muy escasa.
La bioclimatología es una rama de la climatología centrada en el estudio de las relaciones entre elementos básicos del clima (temperaturas [t], precipitaciones [P]) y la distribución de los seres vivos a lo largo de los territorios continentales de la Tierra. A lo largo de los más de cien años de existencia de esta ciencia se han propuesto diversos sistemas clasificatorios con los que se han tratado de interpretar y predecir las características de la cubierta vegetal de los diferentes territorios terrestres a partir de sus valores climáticos. La mayor parte de las clasificaciones propuestas dividen la ecosfera en bandas o zonas climáticas (tipos climáticos básicos o macroclimas) que se distribuyen, a grosso modo, paralelas al ecuador.
Galicia es un territorio comprendido dentro de la cintura latitudinal a través de la que se extiende el denominado “macrobioclima templado” (entre 23º-66º N) dentro del hemisferio norte. Dicho tipo de clima se caracteriza por la ausencia o escasa incidencia de la sequía estival, resultado de un reparto anual relativamente equilibrado de las precipitaciones. No obstante, intercalado en diferentes áreas del Planeta dentro del intervalo latitudinal comentado se encuentra el “macroclima mediterráneo”, diferenciable del anterior por la existencia de un período de más de dos meses de sequía (t>2P) durante la estación de temperaturas medias mensuales más elevadas (verano). A lo largo de las áreas en las que se establece el contacto entre ambos tipos de macroclima existe un gradiente de situaciones intermedias representado por áreas templadas en las que se registra un período de sequía que no alcanza la duración mínima exigida para poder ser consideradas como mediterráneas y que constituyen lo que se denomina “variante submediterránea” del macroclima templado.
La información climática disponible muestra que en Galicia se da un claro dominio del macroclima templado, si bien en algunas áreas geográficas del extremo SE se observa la existencia del macroclima mediterráneo. Debido a esta condición de contacto entre los dos macroclimas comentados, un número relativamente elevado de estaciones meteorológicas templadas presentan un corto período de sequía estival, por lo que se incluyen en la variante denominada “submediterránea” de dicho macroclima. La superficie considerada como de mayor influencia mediterránea (Cañon del Sil, Val de Quiroga y Valdeorras) viene a coincidir, en líneas generales, con las áreas de presencia generalizada de vegetación termófila esclerófila, principalmente encinares y alcornocales no litorales. Debido a esta situación de contacto bioclimático, es frecuente encontrar especies vegetales de distribución mediterránea principalmente en áreas de macroclima templado y viceversa, situación perfectamente comprensible si se tiene en cuenta la gran sensibilidad que los territorios del NW Ibérico han tenido con respecto a los cambios climáticos que han acontecido en la historia geológica más reciente (Pleistoceno-Holoceno). En todo caso, el macroclima mediterráneo en Galicia muestra un cierto carácter marginal, muy dependiente de factores topográficos (orientaciones hacia el S y W) y edáficos (refuerzo de la sequía para los vegetales en roquedos y suelos poco profundos). Esta situación es acorde con la escasa representación que las formaciones esclerófilas, como elementos dominantes en el paisaje, han tenido en este ámbito geográfico y en el NW Ibérico en general, a lo largo de los últimos 10.000 años, tal y como evidencian los estudios paleobotánicos.
La caracterización en detalle de los macroclimas se sirve, en el caso de la clasificación bioclimática propuesta por Rivas-Martínez, de una serie de índices matemáticos simples a través de los cuales se describen y caracterizan ciertos aspectos climáticos, como el grado de oceaneidad/continentalidad (variantes bioclimáticas o bioclimas), la termicidad (termotipos) y la relación entre las temperaturas y las precipitaciones a lo largo del año (ombrotipos).
Las masas de agua marina ejercen un efecto atemperante en el clima de las tierras emergidas con las que contactan, observándose una tendencia progresiva a hacerse más extremas las temperaturas (continentalización) conforme nos alejamos de las costas. Desde el punto de vista termométrico, este fenómeno se pone claramente de manifiesto a través del incremento de la amplitud térmica (diferencia entre las temperaturas medias del mes más frío y del mes más cálido) que se experimenta desde el litoral hacia las áreas interiores y permite explicar la distribución preferentemente costera de determinados grupos florísticos y comunidades vegetales poco tolerantes a los climas contrastados, cuya presencia no es posible en áreas más continentales.
Además, las altas tasas de evaporación que se producen en los mares a lo largo de la época estival aportan un elevado grado de humedad a las costas, efecto que se pierde progresivamente hacia el interior, en donde el aire tiende a presentar una humedad relativa sensiblemente inferior en todas las épocas del año, particularmente durante el verano, provocando un aumento de las tasas de transpiración en los vegetales.
En el caso de Galicia, las áreas cercanas al Mar Cantábrico y al Océano Atlántico presentan un bioclima de carácter hiperoceánico, con temperaturas medias mensuales que sufren variaciones poco marcadas a lo largo del año (inferiores a 11ºC). No obstante, se observa una reducción progresiva en sentido N-S del territorio sublitoral sometido a estas condiciones como consecuencia de la existencia de veranos más calurosos en la costa de las Rías Baixas. Por su parte, la Galicia interior presenta una menor influencia de las masas marinas en el clima (bioclimas semihiperoceánico y euoceánico), dado que los inviernos son algo rigurosos y los veranos tienden a ser más calurosos que en la costa. Aunque conforme nos trasladamos hacia el extremo SE del país se incrementa notablemente la amplitud térmica, solamente se alcanzan valores incluibles dentro del subtipo semicontinental en el tramo de cabecera de la cuenca del Río Bibei, por encima de los 1.000 m de altitud.
A lo largo de un territorio dado es posible establecer tramos altitudinales, definidos por unos valores termométricos determinados, que se asocian a uno o varios tipos de vegetación característicos. Cada uno de ellos recibe el nombre de termotipo o piso bioclimático. Su número y distribución altitudinal es diferente en los distintos tipos de macrobioclimas y variantes bioclimáticas que se dan a lo largo del mundo. En el caso de las áreas templadas peninsulares se reconocen un total de cinco y seis en las mediterráneas. En Galicia se admite la existencia de cinco termotipos dentro de los territorios de macroclima templado (termotemplado, mesotemplado, supratemplado y orotemplado) y uno en los mediterráneos (mesomediterráneo).
El termotipo termotemplado se extiende de forma ininterrumpida a lo largo de los territorios costeros de Galicia y penetra hacia el interior a través de los fondos de valle y pequeñas depresiones sublitorales hasta cotas de aproximadamente 150-200 m de altitud en la mitad septentrional. Hacia el S alcanza progresivamente altitudes superiores, superando los 300 m de altitud en las zonas internas de las cuencas que desembocan en las Rías Baixas así como en los tramos medio e inferior del Río Miño y en la parte final de la del Río Sil, a partir de su unión con el Cabe. Situación parecida a la de estas cuencas interiores se da a lo largo de la parte media del Río Navia, a pesar de su situación claramente septentrional, debido a su situación a sotavento con relación a los frentes húmedos de practicamente cualquier procedencia. Salvo algunas localidades especialmente cálidas situadas en el litoral de las Rías Baixas, incluibles en el horizonte inferior, el resto de los territorios termotemplados se encuentran dentro de su horizonte superior.
El termotipo mesotemplado es el más ampliamente distribuido por Galicia y dentro de él se pueden distinguir dos horizontes: inferior y superior. El primero se sitúa inmediatamente por encima del termotemplado, hasta niveles que oscilan entre los 400-450 m en la mitad septentrional y alrededor de los 550-600 en la meridional, mientras que el segundo sigue una línea ascendente de N a S desde los 700 m en las Sierras Septentrionales hasta los cerca de los 1000 m en las montañas orientales ourensanas, en las que el efecto de continentalidad provoca un ascenso apreciable de las temperaturas estivales y permite su extensión hasta altitudes próximas a los 1.000 m.
Los territorios supratemplados gallegos alcanzan una reducida extensión en comparación con otras áreas septentrionales de la Península Ibérica, ciñéndose a las cotas más elevadas de los sistemas montañosos que conforman la denominada Dorsal Gallega y las Sierras Septentrionales, Orientales y Meridionales. En la parte central de Galicia el límite inferior de este piso bioclimático suele encontrarse alrededor de los 750-800 m de altitud, nivel que desciende hasta cerca de los 650-700 m en las sierras más elevadas del macizo de O Xistral debido a la fuerte oceaneidad del clima, mientras que, contrariamente, asciende hasta situarse en torno a los 1.000 m en las sierras del centro-oriente ourensano. Como en el caso del piso mesotemplado se pueden diferenciar dos horizontes, uno inferior que contacta con el mesotemplado superior y se extiende aproximadamente hasta los 1.200-1.350 m y otro (supratemplado superior) desde esta cota hasta los 1.650-1.700 m. Aunque este piso bioclimático está representado en casi todos los sistemas montañosos de Galicia, es en las montañas orientales y en las meridionales ourensanas donde cubre una mayor extensión.
En los macizos montañosos más elevados de Galicia (sierras de Ancares, Trevinca, Queixa) se observa que la vegetación arbolada de carácter climácico adquiere progresivamente una menor talla y un porte más tortuoso conforme se aproxima a una cota comprendida entre los 1.650-1700 m, a partir de la que prácticamente se extinguen los árboles. La desaparición en altitud de la vegetación arbolada por imperativos climáticos es característica del piso orotemplado en Galicia y las montañas de la Cordillera Cantábrica y se debe a la gran amplitud anual que presenta el período con probabilidad de heladas unida a unos valores bajos de la temperatura media anual. A pesar de que dentro del territorio gallego no existen estaciones meteorológicas por encima de 1.500 m de altitud, las situadas en montañas próximas permiten extrapolar la existencia de este piso bioclimático, aunque con una representación espacial muy restringida, al cordal de cumbres de la Serra de Ancares, el sector culminante del Macizo de Queixa y el área cimera de las sierras de Trevinca-Segundeira. Dentro de este último macizo montañoso podría admitirse, incluso, la existencia del piso bioclimático criorotemplado para el sector de cumbres situado por encima de los 2100 m.
Dentro de las áreas de macrobioclima mediterráneo existentes en Galicia se considera únicamente representado el termotipo mesomediterráneo que se extiende a lo largo de la mayor parte del tramo gallego del Río Sil y de su red de tributarios (Casaio, Bibei, Xares, Návea, Soldón, Quiroga, Lor) hasta las proximidades de la presas del embalse de San Estevo. En el extremo occidental de este territorio, este termotipo engloba las vertientes y fondos de valle situados por debajo de los 400-450 m de altitud y va ascendiendo progresivamente hacia el E, en el límite con la comarca leonesa de El Bierzo, en donde llega a alcanzar los 650-700 m. La situación alejada del mar de estos territorios favorece la existencia de fenómenos de inversión térmica durante el invierno en los principales valles, con el consiguiente incremento del período probable de heladas con relación a las áreas de carácter templado más próximas. No obstante, este fenómeno no alcanza la suficiente intensidad y duración a lo largo del año como para limitar la presencia de especies, tanto silvestres como cultivadas, de temperamento termófilo que se distribuyen abundantemente como continuación hacia el interior gallego de lo señalado con anterioridad para las áreas termo y mesotempladas inferiores del dominio templado.
Un parámetro que influye de manera decisiva en la distribución de las formaciones vegetales es la relación existente entre el régimen de temperaturas y de precipitaciones a lo largo del año. Este aspecto es abordado en la clasificación de Rivas-Martínez (2007) a través de la determinación de los denominados “ombrotipos” (del griego όμβρoς, ombros: lluvia), para cada uno de los cuales, como en el caso de los termotipos, suelen diferenciarse sendos horizontes inferior y superior. Los datos climáticos manejados permiten establecer la existencia de cuatro tipos ómbricos en el territorio gallego: subhúmedo, húmedo, hiperhúmedo y ultrahiperhúmedo. El tipo húmedo es el más ampliamente representado, ocupando su horizonte inferior gran parte de las partes bajas litorales, valles sublitorales y depresiones interiores (Terra Chá, Terra de Lemos, Maceda, A Limia). Por su parte, en el horizonte superior se incluyen la mayoría de las áreas montañosas septentrionales y las tierras suavemente onduladas de las cabeceras del Tambre y Ulla. Igualmente pertenecen a este tipo ómbrico otras áreas elevadas de las sierras meridionales ourensanas y montañas medias de las Sierras Orientales de Lugo.
El ombrotipo subhúmedo está asociado básicamente a áreas que se encuentran protegidas de los vientos otoñales e invernales cargados de humedad, como acontece en la Mariña Luguesa o en comarcas en las que el descenso de aporte hídrico en la época estival es más acusado, caso de las partes más externas de las Rías Baixas, la cuenca media y baja del Río Miño, gran parte de la cuenca del Cabe (Terra de Lemos) y gran parte de las comarcas de Verín y Riós.
El ombrotipo hiperhúmedo se extiende básicamente por las comarcas de Fisterra-Bergantiños, en el NW de Galicia, así como por las partes altas de las sierras, tanto de la Dorsal como Septentrionales, Orientales y Meridionales. Por último, el ombrotipo ultrahiperhúmedo está representado exclusivamente en la Serra do Xistral, los sectores culminantes de las sierras fronterizas entre Pontevedra y Ourense y en las cumbres de las sierras de Leboreiro, Xurés, Queixa y Trevinca.
Dentro de los territorios mediterráneos las áreas bajas de Valdeorras reciben los valores mínimos de precipitación anual, lo que unido a su elevada termicidad, hace que presenten un ombrotipo subhúmedo inferior, mientras que el resto de comarcas se incluyen en el horizonte superior de este tipo ómbrico.